Alégrate, mi vida, no estés triste.
No pienses en los años que has cumplido.
Es prueba de que alegre has recorrido
la senda que detrás siempre tuviste.
Delante mira solo, pues existe
un tramo que se encuentra aún escondido,
que puede ser radiante y florecido
premiándote el amor que repartiste.
La vida es ignorada singladura
por mares de ilusión y fantasía,
que debe ser surcada con cordura.
Olvida su falaz dicotomía.
Medita solamente en tu andadura,
y apura hasta el final la travesía.
A veces me pregunto, envuelto en cruel tristeza:
Si vivo aún a su lado, ¿Por qué todo cambió?
¿Por qué, aunque trate de reir, mi corazón, petrificado, sangra?
¿Por qué, cuando miro sus ojos, se tornan los míos manantiales de llanto interminable?
¡Que horrible es la muerte!
¡Que aciaga la vida!
¡Oh, Ser misterioso que descifras los dilemas!
Tú, que sabes si aún vivo o he subido un escalón hacia lo arcano.
¿Podemos los mortales implorar tu caridad?
Si es posible, una cosa sólo ansío:
Seguir siendo eternamente una gota de agua fundido con mi amada.
O un grano de arena en el desierto.
O un ángel.
O un alma castigada en el averno.
Pero con ella fusionado hasta el final de los tiempos.
¿Es tan dificil conceder lo que te pido, estrella de los nacidos…?
Quisiera ser acebo silvestre de la sierra
o adelfa engalanada de blanquísimas flores,
inmerso en las hortensias de tus dulces amores
libando las semillas que tu cuerpo soterra.
Quisiera ser la yedra que a su tronco se aferra
gozando la ternura de abrazos seductores
envueltos por los trinos de dulces ruiseñores
guardianes del fanal que tu belleza encierra.
Quisiera degustar la savia de tu boca
forjada en entresijos de amores compartidos
cubiertos por raíces de pasión construídos.
Quisiera nos tapase una invisible toca
que al amor que nos une protegiese del daño,
resguardándolo siempre del mal y del engaño.
Escrito por Antonio Pardal Rivas
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